En los años 70 la ecología era cosa de hippies y estaba más cerca de una vuelta al origen, casi espiritual, de la humanidad que de un desarrollo sostenible que compatibilizara la existencia de la sociedad con las funciones de los ecosistemas. Cada época tiene su percepción moral, sus preocupaciones y es común que se tienda a focalizar en una idea fuerza simple, y a menudo única, un problema complejo.
Hace cincuenta años no se hablaba de sostenibilidad, pues ni existía la palabra.
Pero la despreocupación de la ciudadanía no era coherente con los elevadísimos problemas de contaminación que se vivían con un descontrol absoluto de los químicos, de los vertidos y de la explotación de los recursos. Pinturas con emisiones continuas de tóxicos cancerígenos, gasolina con plomo, torres de alta tensión, DDT el temible pesticida que ha provocado tantísima enfermedad décadas después. ¿Pero qué preocupaba en el momento? En aquella época el ecologismo casi se asociaba en su totalidad al movimiento antinuclear y contra la caza de las ballenas. De hecho, la organización ecologista más importante del mundo Greenpeace fue fundada en los años 70 por un grupo de activistas antinucleares.
Los años 80 son los del agujero de la capa de ozono. El espray de laca representaba el antihéroe de toda una generación.
Y es gracias a la presión social y a la voluntad política global que la década culminó con el Protocolo de Montreal para la eliminación de los CFCs responsables del agotamiento del ozono de la atmósfera. Hoy en día los CFC ya no son parte de nuestras preocupaciones y los niños de la actualidad probablemente ni sepan que decir “agujero de la capa de ozono” era el mayor temor de los niños que ahora rozan los 40.
La lluvia ácida era la otra némesis de finales de los 70 y los 80. Lluvia con PH bajo que corroe los monumentos, destruye los árboles, cultivos y la vida en los ríos. De nuevo se pudo llegar a un acuerdo para evitar las emisiones de azufre de los combustibles, pero durante 30 años se estuvo negando su existencia y sembrando dudas sobre sus consecuencias. En esto no hemos cambiado con el paso de los años, pues el método es idéntico al que se está llevando a cabo con el cambio climático desde los años 90 y 2000. Desinformación, negacionismo y relativismo de las consecuencias para lograr retrasar lo máximo posible la toma de medidas.
En los años 90 la cumbre de la Tierra en Rio fue el gran impulso de los conceptos ecologistas.
En esta década se instauró el término sostenibilidad, existían series infantiles como el Capitán Planeta con clara vocación de concienciar a la infancia y se puso la mirada contra la deforestación. La madera dejó de ser vista como un material sin más, para ser el foco de preocupación en pos del desarrollo sostenible. Hay que tener en cuenta que los bosques en Europa en los años 90 estaban en mínimos respecto al crecimiento de la actualidad llevado a cabo gracias a las políticas de reforestación. De ahí que la madera no se considerara material con un perfil ecológico, sino todo lo contrario: la representación de lo ecológicamente inmoral. Sin llegar al nivel de las pieles de los animales que indudablemente comenzaban a representar el crimen que son, la madera destruye el bosque y eso no es sostenible. En esta época se proclamaba que los materiales sintéticos serían la solución para alcanzar un diseño sostenible tanto en la ropa como en los muebles. Esta idea enlaza directamente con el origen de la bolsa de plástico. Una década antes, la tan denostada bolsa de la compra nació como respuesta a los problemas de deforestación que generaba el uso masivo de embalaje de cartón.
En resumen, se estaba abogando por usar plástico como acción ecológica frente al desastre que implica talar los bosques para obtener madera o cartón.
Una visión diametralmente opuesta a la percepción que tenemos 20 o 30 años después. La nuestra es una época en la que un mueble de madera es sostenible por el simple hecho del material que está compuesto y un envase es ecológico por estar fabricado de cartón. O al menos la sostenibilidad percibida ha asimilado el mantra.
En el cambio de siglo Kyoto fue la palabra de moda. Cumplir los objetivos de Kyoto de reducción de emisiones de CO₂ era la clave en todo tipo de estrategia para la sostenibilidad. Y justamente fue el momento que decidieron las energéticas para cambiar de logo y apostarlo todo al verde. Se había consolidado el marketing eco que nació en los 80, 90.
La primera década de los 2000 fue una década de abundancia y de crecimiento, pero en la que se comenzaron a establecer los intereses y percepciones actuales.
La globalización comenzaba a sacar a la luz los excesos del consumo. La alimentación bío empezaba a salir del nicho new age y el etiquetado ecológico hizo su aparición. Es un momento de escepticismo. De un negacionismo galopante instigado por el movimiento pro-petrolero americano con Bush a la cabeza. Es una época en la que la etiqueta Eco se asocia a producto de mala calidad.
Si bien la percepción en las últimas décadas estaba dominada por conceptos únicos como capa de ozono, lluvia ácida, deforestación, cambio climático. En la actualidad el conocimiento se ha hecho más transversal tanto en población como en elementos a tener en cuenta. Aparecen diferentes focos de interés ambiental, aunque es cierto que, si tuviéramos que nombrar una preocupación que sobresale de todas las demás, puede que esa sea la de los residuos en el mar. Retrocediendo un poco, el camino hacia los años 2000 fue el de “lo sostenible”. Toda acción por liviana o lateral que fuera ya se consideraba sostenible. Casi podía parecer que sin el apelativo “sostenible” no era posible existir en el mercado. La vista se vuelve hacia lo que comemos y los problemas ecológicos se viste de salud y es en estos años cuando a McDonald’s le ocurre como a BP en los 2000 y su logo se vuelve verde. Un indicador muy claro de por donde iban los tiros de la percepción y los deseos de los consumidores.
Es la época en la que la comunicación lo inunda todo. En que la inmediatez lleva a viralizar cualquier historia por inverosímil que sea. Pero también es la época en que la concienciación ha calado en todas las capas y en todas las edades. En que una parte muy grande de la población considera que el coche no es algo bueno, que comer carne en exceso es una mala idea para la ecología, que los residuos se deben tratar con responsabilidad.
Probablemente, esta década pueda considerarse la de la conciencia y la acción por parte de las nuevas generaciones en simetría con la frivolidad del marketing y las redes sociales.
Al llegar la actualidad la visión histórica desaparece y parece que todo se magnifica, pero se podría afirmar que la década presente es la boom ambiental. ¿Cuáles son las preocupaciones actuales más en boga?, ¿son los plásticos del mar?, ¿es el cambio climático?, ¿es la falta de agua?
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